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G U A J I R A
Nací en La Guajira, Colombia en 1980. Allí pasé la infancia entre chinchorros, mangos, guayabas, cactus y arepas de chichiguare. La Guajira es un paraíso de tierra naranja y cielo cristalino al norte de Colombia, allí también viven los indígenas Wayúu.
A los 16 años viajé a Bogotá (como muchos jóvenes guajiros) a estudiar una carrera en una universidad. Entré a la Pontificia Universidad Javeriana y conseguí un trabajo en la radio universitaria, entonces comenzó esta historia con el arte: Hasta entonces, bailar, escribir o actuar eran algunos de mis pasatiempos, en Bogotá decidí renunciar a los planes "serios" y dedicarme a jugar profesionalmente.


UNA
POSIBLE
HISTORIA

B A R R A N Q U I L L A
Tras dos años en Bogotá (y disgustando a toda la familia) dejé la universidad y me fui a vivir a Barranquilla donde comencé a estudiar Danza y Teatro.
Aunque tenía pocas oportunidades de dedicarme al arte, allí encontré grandes maestros que venían de Cali, Estados Unidos, y Cuba. Fue una época muy rica en la que el arte era un puerto cercano al mar y capaz de conectarme con el ancho mundo.
El 2001 fue el final de esa preciosa etapa, Colombia estaba sumida en la violencia: no había casas sin amenazas, calles sin muertos, ni personas sin miedo. Con 20 años decidí cruzar, como un ave migratoria, el océano Atlántico, en busca del arte y de la vida.
M A D R I D
De España pocas cosas: Cervantes, Calderón de la Barca, Federico García Lorca y la generación del 27, Camarón, Dalí, Almodovar, Paco de Lucía, Ana Belén, Victor Manuel, Serrat, Rafael, los Hombres G y Amistades Peligrosas. Y que eran los conquistadores de América. (Y que había reyes).
Con ese bagaje y gracias al recién nacido internet, empecé mi viaje a través de una enorme computadora, una de las primeras con sistema operativo windows, allí descubrí la página de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid.


R E S A D
Mi padre y yo nos levantábamos a las 5 de la mañana a llamar a la escuela para informarnos: una secretaría que a veces nos entendía nos daba una información que a veces entendíamos.
Un día llegó por correo ordinario un sobre blanco, dentro había un librito impreso y unos formularios: ¿Cómo preparar las pruebas de ingreso a la RESAD? Me llamó la atención la palabra ingreso.
El patio de la casa fue el escenario en el que preparé la audición, con el calor sofocando a todas horas me leí todas las obras que encontré del Siglo de Oro, viajé en un vuelo de Avianca, y aun sin saber dónde estaba, pasé las pruebas e ingresé.
A trancas y barrancas terminé la escuela y enseguida empecé a trabajar en el teatro. Hasta hoy.
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